Para mi abuela

Como un niño te vas
jugando por las piedras
y no volvés.

Porque como tantas veces
se acabó el día,
y se acabó:

tus manos ya no saltan en el aire.

Esta vez te llevaste el día de verdad
y el mar embravecido es una calma
que no cede.

Como un niño entre las mantas
me mirabas
y jugabas a mirar: “no me mires
que nos miran que nos miramos”,
me decías,
y nada más
porque el agua ya llegaba para llevarte.

¿Y el helado?
¿Y todos los secretos guardados en cajitas
por la tarde?

Juguemos en el bosque
mientras el lobo no está
y que nadie sepa ya
los dolores que callaste.

Todavía cruzamos
un bosque hecho de pinos,
todavía estamos por llegar
y no tengo miedo:

tus ojos son el mar del otro lado.

Madre en la noche,
hermana,
niño

dame la mano y que el agua nos abrace
un segundo antes de nacer.

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